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 Anarquismo: la conexión feminista.
Peggy Kornegger.


Hace once años, cuando estudiaba en una secundaria de Illinois, no había escuchado nunca la palabra "anarquismo". Lo más cerca que estuve de ellas fue entenderla como "caos", así como en mi clase de historia alguien me transmitió el mensaje de que no había diferencia entre el socialismo, el comunismo y el fascismo, con toda la connotación que este tiene a Hitler, campos de concentración y toda clase de cosas horribles que nunca pasarían en un país libre como el nuestro. Fui sutilmente adiestrada para tragarme las ideas políticas tradicionales de E.E.U.U.: la moderación, el compromiso, el salto de valla, el considerar a Chuck percy como un chico estupendo. Aprendí bien la lección: me tomó años reconocer el sesgo y la distorsión que habían moldeado toda mi "educación". La "historia" de la humanidad (blanca) significó precisamente eso; como mujer estaba relegada a una existencia virtual y como anarquista apenas tenía si tenía existencia. Me habían arrebatado todo un trozo de mi pasado y de sus proyecciones al futuro. Sólo hace poco descubrí que muchos de mis tendencias e inclinaciones políticas inconscientes compartían un esquema común, y era la tradición de pensamiento anarquista o libertaria. Por primera vez vi en colores después de años de ver sólo tonos grises.

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